Voy caminando por las calles de kowade, sola. No necesito compañía. No necesito protección. Hace varios años que no necesito a nadie. "Quiero" necesitar a alguien. Estupidos demonios. Al principio me sentia genial, fuerte, poderosa, luego me fui dando cuenta de mi error. Ahora vivo para volver a ver al estupido demonio con el que hize el trato para cargarmelo. Voy buscandolo desesperada, pero no lo encuentro. Mientras, necesito alimentarme.
Me apollo en la pared, estoy rota. Necesito comer, tengo hambre, hace días que no como, y aunque eso no mengua mi fuerza, si hace mella en mi estado de ánimo. Solo cazo por la noche, para no ser vista, y está atardeciendo, así que si pillo a algún tonto por ahí, podría pegarle un par de puñetazos, dejarlo inconsiente y... Mejor paro de pensar en comida, que estoy babeando.
Me voy sentando, y acabo con las piernas abiertas. Se me ven las bragas, pero me da igual. Supongo que una chica normal se ruborizaría, cerraría las piernas y se reiria tontamente. Si fuese una chica normal, no llevaría una katana a la espalda, ni viiría en esta ciudad, iría al colegio y a mi edad, tendría novio. Se arreglaría, y iría de compras, tendría más ropa aparte de esta especie de uniforme que debo lavar todos los días, y del cual algunas manchas no han salido, como por ejemplo, la sangre.
Sigo tan estupidamente soñadora como siempre. Nunca podré ser una chica normal. Ni siquiera se si al matar al demonio volvere a ser la chica que era antes. Con gafas, flacucha y poco agil, muy debil. Pero lo dudo. Ese yo solo sigue vivo en mi modo de pensar y de ser. No en mi aspecto. Y aún así, esta entremezclado con un asqueroso demonio, que me pide sangre, me obliga a aislarme y hace que deje de ser humana.
De repente, huelo algo. Carmne, sangre, calor. Un pulso que late. Y se acerca. Me relamo.